Igual que todos los virus, el de la inmunodeficiencia humana (VIH) es un parásito intracelular. No puede reproducirse, ni causar daño alguno mientras no penetre en una célula huésped. En cualquier infección vírica, el primer eslabón consiste en la partícula vírica a un componente de la membrana de la célula huésped. Los linfocitos T son un grupo especializado de glóbulos blancos que juegan un papel clave en la regulación de la reacción inmunitaria. Envían señales químicas que estimulan la producción de anticuerpos y activan la maduración de varios tipos de células del sistema inmunológico. Cuando se reproduce el virus, se destruye la célula T-inductora infectada. Por tanto los enfermos de SIDA tienden a presentar en general un recuento globular bajo de linfocitos. Se destruyen tantas células T-inductoras que las células restantes no pueden desempeñar su función reguladora, lo cual da por resultado la deficiencia inmunológica. Es así como los pacientes de SIDA contraen ciertas infecciones raras pero pueden resistir otras enfermedades más comunes. Una persona no muere de SIDA, sino de su incapacidad para responder, por deficiencia inmunológica, a otras enfermedades que provocan la muerte.
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